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Ante la situación que atraviesa mi país, no puedo quedarme sin dar testimonio en carne propia de lo que sucede, puesto que a pequeña escala mi situación familiar es un reflejo de lo acontecido.
Todos los análisis sociopolíticos sobre el tema del tráfico de drogas aportan excelentes argumentos sobre la cadena completa desde la producción, distribución y consumo, así como de las luchas de poder entre los diferentes cárteles y el gobierno mexicano, por otro lado, los comentarios de la sociedad civil van encaminados al terrible efecto de dicha práctica sobre la vida de los individuos, la destrucción de los núcleos familiares, la violencia desmedida, la inseguridad y la falta de soberanía en la determinación de las políticas públicas que garanticen el buen ejercicio de los derechos humanos.
Para justificar el consumo, se ha hablado mucho sobre “la cultura de las drogas”, la “narcocultura”, etc., se dice que cada quien es libre de consumir lo que quiera porque nadie nos obliga a hacerlo, sin embargo, quienes hemos llegado hasta allí es porque alguien más nos lo ha ofrecido. Mi hermano mayor y yo consumíamos drogas. Él fue recluido muchas veces en centros de rehabilitación de los cuales se escapaba, un buen día se casó, tuvo hijos y aparentemente un “trabajo normal”, hasta que lo metieron preso por descubrir que transportaba mariguana. Ahora cumple una condena que no le permite ver a sus hijos crecer. Mientras tanto, yo parecía una persona común y corriente, estudiaba en la universidad y siempre parecía estar muy contenta, aunque la aparente felicidad solo era provocada por todas las sustancias en mi cuerpo, realmente me encaminaba cada vez más hacia un suicidio por el inmenso vacío que me provocaba la falsedad de todo.
La mayoría de las personas pensamos que las cosas funcionan como se ven en apariencia, y estudiamos los conflictos externos como eso, como algo externo sin darnos cuenta de que somos parte de ello, criticamos la guerra contra el narco y la violencia que genera pero después se nos olvida cuando estamos bajo el efecto de las drogas que nos venden. Confieso que me siento un poco ridícula recordando las veces que he criticado esta guerra sabiendo que probablemente muchos kilos de la mariguana que fumé fueron transportados por mi hermano que ahora está en la cárcel.
Todos en alguna medida hemos trabajado para consolidar este sistema de narcogobierno, admiro con franqueza a las autonomías como Cherán, las policías comunitarias de Guerrero, y a las comunidades zapatistas quienes se han dado cuenta de que el consumo de sustancias es clave importante del desgajamiento social, por lo cual han prohibido hasta el consumo de alcohol y se han atrevido a luchar contra este gran monstruo.
NINGUNA SUSTANCIA NOS PUEDE AYUDAR A DESPERTAR CONCIENCIA, por el contrario, nos subsumen en un abismo de melancolía e incertidumbre que no nos permite ver hacia dónde vamos a caminar. Podríamos pasarnos toda la vida culpando al capitalismo, a los yanquis, y a los presidentes en turno pero ni por equivocación nos pondríamos a evidenciar nuestra participación en todo esto.
No estoy formando parte de ninguna campaña mediática de tipo moralista en contra del consumo de las drogas, pero si quiero compartir que podemos vivir mejor si dejamos de lado el uso de ellas puesto que NO LAS NECESITAMOS, podemos vivir una vida plena y digna disfrutando de las bondades que tenemos en el país sin estar bajo el efecto de ninguna sustancia, trabajemos mexicanos por la construcción social de un país que ya cuenta con lo necesario para ser una gran potencia mundial, observemos nuestras prácticas diarias, dejemos de teorizar desde los escritorios y salgamos a vivir una vida diferente, recordemos que somos actores sociales potenciales a transformar la realidad en que vivimos, construyamos el país con el que soñamos, o de lo contrario solo nos quedaremos con el país que merecemos.
Todos los análisis sociopolíticos sobre el tema del tráfico de drogas aportan excelentes argumentos sobre la cadena completa desde la producción, distribución y consumo, así como de las luchas de poder entre los diferentes cárteles y el gobierno mexicano, por otro lado, los comentarios de la sociedad civil van encaminados al terrible efecto de dicha práctica sobre la vida de los individuos, la destrucción de los núcleos familiares, la violencia desmedida, la inseguridad y la falta de soberanía en la determinación de las políticas públicas que garanticen el buen ejercicio de los derechos humanos.
Para justificar el consumo, se ha hablado mucho sobre “la cultura de las drogas”, la “narcocultura”, etc., se dice que cada quien es libre de consumir lo que quiera porque nadie nos obliga a hacerlo, sin embargo, quienes hemos llegado hasta allí es porque alguien más nos lo ha ofrecido. Mi hermano mayor y yo consumíamos drogas. Él fue recluido muchas veces en centros de rehabilitación de los cuales se escapaba, un buen día se casó, tuvo hijos y aparentemente un “trabajo normal”, hasta que lo metieron preso por descubrir que transportaba mariguana. Ahora cumple una condena que no le permite ver a sus hijos crecer. Mientras tanto, yo parecía una persona común y corriente, estudiaba en la universidad y siempre parecía estar muy contenta, aunque la aparente felicidad solo era provocada por todas las sustancias en mi cuerpo, realmente me encaminaba cada vez más hacia un suicidio por el inmenso vacío que me provocaba la falsedad de todo.
La mayoría de las personas pensamos que las cosas funcionan como se ven en apariencia, y estudiamos los conflictos externos como eso, como algo externo sin darnos cuenta de que somos parte de ello, criticamos la guerra contra el narco y la violencia que genera pero después se nos olvida cuando estamos bajo el efecto de las drogas que nos venden. Confieso que me siento un poco ridícula recordando las veces que he criticado esta guerra sabiendo que probablemente muchos kilos de la mariguana que fumé fueron transportados por mi hermano que ahora está en la cárcel.
Todos en alguna medida hemos trabajado para consolidar este sistema de narcogobierno, admiro con franqueza a las autonomías como Cherán, las policías comunitarias de Guerrero, y a las comunidades zapatistas quienes se han dado cuenta de que el consumo de sustancias es clave importante del desgajamiento social, por lo cual han prohibido hasta el consumo de alcohol y se han atrevido a luchar contra este gran monstruo.
NINGUNA SUSTANCIA NOS PUEDE AYUDAR A DESPERTAR CONCIENCIA, por el contrario, nos subsumen en un abismo de melancolía e incertidumbre que no nos permite ver hacia dónde vamos a caminar. Podríamos pasarnos toda la vida culpando al capitalismo, a los yanquis, y a los presidentes en turno pero ni por equivocación nos pondríamos a evidenciar nuestra participación en todo esto.
No estoy formando parte de ninguna campaña mediática de tipo moralista en contra del consumo de las drogas, pero si quiero compartir que podemos vivir mejor si dejamos de lado el uso de ellas puesto que NO LAS NECESITAMOS, podemos vivir una vida plena y digna disfrutando de las bondades que tenemos en el país sin estar bajo el efecto de ninguna sustancia, trabajemos mexicanos por la construcción social de un país que ya cuenta con lo necesario para ser una gran potencia mundial, observemos nuestras prácticas diarias, dejemos de teorizar desde los escritorios y salgamos a vivir una vida diferente, recordemos que somos actores sociales potenciales a transformar la realidad en que vivimos, construyamos el país con el que soñamos, o de lo contrario solo nos quedaremos con el país que merecemos.